viernes, 12 de febrero de 2010

El cielo, primera parte

Dicen los que saben que hay que empezar a pintar los dibujos por la parte de arriba. De ese modo, si gotea la pintura, no manchamos sobre lo ya pintado. Bueno, pues entonces no quedó más que empezar por el cielo (que es el “arriba” de nuestro mural).
Aclaración técnica: si bien para la mayor parte del trabajo decidí recurrir a la pintura acrílica profesional (en colores azul, rojo, amarillo, blanco y negro… los necesarios para formar todos los demás, y como complemento un marrón y un ocre), para pintar el cielo y parte de las “zonas verdes”, utilicé látex acrílico en colores preparados. Esto se debe a dos razones: por un lado es más económico tratándose de superficies tan grandes, y por otro, el látex acrílico -a diferencia del acrílico profesional- es menos viscoso, por lo que corre con mayor fluidez sin perder capacidad cubritiva.
Volviendo al tema del cielo, básicamente lo que hice fue aplicar un celeste “cielo” (ni muy oscuro, ni muy claro) con excepción de la esquina que forma la pared de la izquierda y la de la ventana (que es el espacio donde va la cuna de Nehuén).
Allí, el cielo se oscurece para dar lugar a la noche. Así que el próximo paso será subirle varios tonos al celeste y crear un fundido para la transición entre el día y la noche.

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